domingo, 20 de mayo de 2007

La canción del albatros

Máximo Gorki.

Sobre la nívea llanura del mar, el viento amontona las nubes. Entre las nubes y el mar vuela orgulloso el albatros, semejante a un relámpago negro.

Ya rozando las olas con sus alas, ya atravesando las nubes como una flecha, el albatros no cesa de gritar. Y las nubes escuchan un himno de alegría en los gritos audaces del ave.

¡Esos gritos expresan su sed de tempestad!

Las nubes perciben en estos gritos la fuerza de la cólera, la llama de la pasión y la seguridad de la victoria.

Las gaviotas gimen ante la tempestad, gimen y se balancean sobre las olas, buscando esconder en el fondo del mar su horror ante la tempestad. Los somormujos también gimen. Para ellos no es dable concebir la delicia del combate por la vida, y el retumbo de las olas les asusta. El tonto pingüino esconde tímidamente su cuerpo pesado entre las rocas. Tan sólo el albatros, orgulloso, vuela libre y soberano sobre el mar, cubierto de blanquísimas espumas.

Se oye el retumbo del trueno. Gimen las olas coronadas de espuma, en pugna formidable con el viento. De pronto, he aquí que el viento ciñe la procesión de las olas con sus robustos brazos, y colérico las arroja con todas sus fuerzas contra los duros peñascos, donde las masas líquidas se hacen polvo y se rompen en salpicaduras de esmeralda.

El albatros, más hermoso todavía, entre gritos rubrica el espacio, y como una flecha se hunde en el seno de las nubes rozando las crestas espumosas de las olas con sus alas. El albatros vuela como un demonio – el orgulloso y negro demonio de la tempestad- y solloza y grita. El albatros ríe de las nubes tempestuosas, sollozando de alegría. El albatros –atento demonio- ya percibe la fatiga de la cólera del trueno y adivina que las nubes no podrán ocultar ya más por el completo el sol. ¡No, no lo ocultarán!

El viento aúlla; retumba el trueno… Como una llama azul, las bandadas de nubes flamean sobre los abismos del mar. El mar aprisiona las flechas de los relámpagos y las hunde en sus abismos. Y como si fuesen serpientes de fuego, los relámpagos se tuercen y se apagan.

¡La tempestad! ¡Pronto tronará la tempestad!

Y así, más hermoso todavía, el orgulloso albatros vuela soberano y atrevido entre una fiesta de relámpagos, sobre el mar, que coléricamente retumba.

Y el profeta de la victoria grita:

-¡Qué ruja la tempestad! ¡Más fuerte todavía!



Lectura en voz alta, Arreola Juan José