lunes, 9 de julio de 2007

Poema de cumpleaños

En pocos días será mi cumpleaños, y Raúl, siempre amante y detallista, me ha dedicado los poemas que comparto ahora con ustedes, escritos en tinta y papel por los poetas brasileños Vinicius de Moraes y Carlos Drummond de Andrade, y en nuestros corazones por el tiempo y las historias compartidas.

Rebeca.

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POEMA DE CUMPLEAÑOS

Porque has cumplido años, Amada, y el ala del tiempo ha rozado tus cabellos, y tus grandes ojos tranquilos han mirado por un momento el inescrutable Norte…

Yo quisiera darte, junto a los besos y a las rosas, todo lo que nunca un hombre le ha dado a su Amada, yo que tan poco puedo ofrecerte. Quisiera darte, por ejemplo, el instante en que nací, señalado por la fatalidad de tu llegada. Verías entonces, en mí, en la transparencia de mi pecho, la sombra de tu forma anterior a ti misma.

Quisiera darte también el mar donde nadé de pequeño, el tranquilo mar de isla donde me perdía, donde me sumergía y donde encontraba la forma elemental de todo lo que existe en el espacio: estrellas muertas, meteoritos hundidos, el plancton de las galaxias, la placenta del infinito.

Y todavía más, quisiera darte mis locas carreras sin tino, en premonitoria búsqueda de tus brazos, y la voluntad de escalar cualquier altura, y traspasar todo lo prohibido, y los elásticos saltos de danza para alcanzar hojas, aves, estrellas… y a ti misma, luminosa Lucina, que derramas claridad en mí cuando niño.

Ah, si pudiera darte mi primer miedo y mi primera valentía; mi primer miedo a la oscuridad y mi primera valentía para afrontarla, y el primer escalofrío sentido al ser rozado levemente por la mano invisible de la Muerte.

Y qué no daría por ofrecerte el instante en que, yaciente y solitario en el mundo, mientras sonaba en oración el gregoriano de la noche, vi tu forma emerger de mi regazo, y si me esfuerzo, inmensa ondina arqueada la veo desprenderse de mí; y yo te parí gritando, en mitad de temporales desencadenados, roto y sucio del polvo de la tierra.

Me gustaría darte, Enamorada, aquella madrugada en que, por primera vez, las blancas moléculas del papel ante mí se dilataron frente al misterio de la poesía súbitamente incorporada; y entregarla con todo lo silencioso e inefable que ella contenía: el pasmo de las estrellas, el mudo asombro de las casas, el murmullo místico de los árboles acariciándose bajo la luna.

Y también el instante anterior a tu llegada, cuando, esperándote llegar, te recordé adolescente en aquella misma ciudad donde te reencontré años después; y la certeza que tuve, al mirarte, de la insigne fatalidad de nuestro encuentro, y de que estaba, al mismo tiempo, perdido y salvado.

Quisiera darte, sobre todo, Amada mía, el instante de mi muerte; y que también fuera el instante de tu muerte, de forma que nosotros, separados en vida durante tanto tiempo, viviésemos en nuestro final una sola eternidad; y que nuestros cuerpos fueran embalsamados y sepultados juntos y encima de la tierra; y que todos aquellos que van a amarse pudieran ir a mirarnos en nuestro último lecho; y que sobre nuestra lápida común yaciera la estatua de un hombre pariendo una mujer de su regazo; y que por epitafio solo figuraran estos versos de la canción que te he dedicado:

…duerme, que así
Dormirás un día
En mi poesía
Un sueño sin fin…


Vinicius de Moraes.



TÚ MI MUNDO MI RELOJ DE NO MARCAR HORAS


Tú mi mundo mi reloj de no marcar horas; de olvidarlas.
Tú mi andar mi aire mi comer mi descomer. Mi paz de espadas encendidas. Mi sueño festivo mi despertar entre ruedas de fuego artificiales. Mi baño caliente tibio frío caliente abrazando. Mi piel total. Mis uñas afiladas aceradas aciduladas. Mi sabor a veneno. Mis cartas marcadas que se desmarcan y vuelan. Mi suplicio. Mi mansa onza moteada saltando. Mi saliva mi lengua paseante posesiva mi refrotar de barriga contra barriga. Mi perderme entre pelos algas aguas ardores. Mi pene sumergido. Túnel cueva cueva cueva cada vez más honda más estrecha más más. Mis gemidos gritos aullidos ayes relinchos resuellos ah oh ay uy mmm aah mi evaporación mi suicidio gozoso glorioso.


Carlos Drummond de Andrade