viernes, 10 de agosto de 2018
Al perderte...
Ernesto Cardenal
Al perderte yo a ti
tú y yo hemos perdido:
yo porque tú eras
lo que yo más amaba
y tú porque yo era
el que te amaba más.
Pero de nosotros dos
tú pierdes más que yo:
porque yo podré amar a otros
como te amaba a ti,
pero a ti no te amarán
como te amaba yo.
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De los poemas que uno escucha y se enamora...
miércoles, 21 de marzo de 2018
Digitalizados y apantallados. Roger Bartra
Encontré, durante las prácticas del taller sobre Bibliotecas y lectura digital que curso, un libro que invita a su lectura para enriquecer el conocimiento sobre el debate de los libros impresos Vs. los electrónicos.
Se los recomiendo, está disponible como libro digital en: goo.gl/1ozkFm miércoles, 31 de enero de 2018
Una fábula
De Mariana Frenk
Un caracol quería volverse águila. Salió de su concha, trató
muchas
veces de lanzarse al aire, y cada vez fracasó.
Entonces decidió volver a su concha.
Pero ya no cabía, pues habían empezado a crecerle alas.
Entonces decidió volver a su concha.
Pero ya no cabía, pues habían empezado a crecerle alas.
La rana que quería ser una rana auténtica
De Augusto Monterroso
Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y
todos los días se esforzaba en ello.
Al principio se compró un espejo en el que se miraba
largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y
otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y
guardó el espejo en un baúl.
Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor
estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a
desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la
aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.
Un día observó que lo que más admiraban de ella era su
cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas
y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la
aplaudían.
Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a
cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba
arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír
con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.
FIN
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